Diez años después, 60 de los 75 pasajeros siguen bloqueados a Dhekelia, una de las dos Sovereignity Bases Areas (SBA) de Chipre. Se trata de territorios que se mantienen en mano a las autoridades inglesas tras la independencia de la Isla (en 1960), antes colonia del Reino Unido. Dos pedazos de tierra que en total cubren una superficie de 250 km y albergan a 3.500 habitantes, en su mayoría militares y funcionarios ingleses
“Cuando llegue al paraíso, Dios me dirá que vuelva a la tierra porque no tengo una nacionalidad”. Mustafà J.S. nació el 3 de enero de 1974. Su deteriorado carnet de identidad sirio, en el apartado nacionalidad pone “stateless”. Ha nacido y crecido en Siria y sin embargo, oficialmente, no es ciudadano de ningún estado. La historia de su familia empieza a comienzos del siglo XIX, cuando un muchacho armenio dejó Turquía para mudarse en un pueblo sirio en la región poblada por los kurdos.
Desde que eran niños Mustafà ha conocido el desprecio, en la escuela, en la calle en la ciudad Al Hasakah en la Siria oriental. Con doce años, animado por el hermano mayor, empieza a tocar el bouzouki, el instrumento a cuerdas típico de la música griega y de todo oriente medio. En pocos años se ha vuelto todo un maestro, aclamado e invitado en los mayores eventos. A veces pasa tres meses seguidos sin parar en su gira artística. Al ser stateless estos movimientos no resultan nada sencillos. De hecho, oficialmente Mustafá no podría trabajar ni salir de su región. Se apoya en los documentos de los otros miembros del grupo. Todos son kurdos. Hacen conciertos de música árabe y participan también a manifestaciones políticas en las que lucen las melodías y los temas de la música tradicional kurda.
En marzo de 1997, con ocasión de los festejos de Nevroz, el ultimo del año kurdo, a pesar de sus temores, aceptaron de tocar en una plaza pública de la ciudad de Al Hasakah. Una vez terminado el concierto, al bajar del escenario, Mustafà se encontró con algunos policías que lo tiraron al suelo y empezaron a golpearlo delante de todos. Acto seguido lo trajeron a una comisaría donde fue retenido 72 horas: tres días de palizas y torturas. Un amigo le había dicho: el dolor más fuerte lo sientes en los primeros cinco minutos, si eres capaz de mantener el control durante la primera media hora, luego ya no sientes nada. Así fue. Le pegaron cuatro agentes durante ocho horas seguidas. Le preguntaron los nombres de los líderes de la resistencia kurda. El dijo que no sabía nada. Luego empezaron a pegarle con una manguera negra de plástico. Él logró quitársela de las manos y empezó a golpearse solo. “Me encargo yo mismo de matarme, si es lo que queréis. Yo no sé nada!”
Me lo imagíno. Mustafà tiene el físico de un hombre fuerte y tenaz. Los músculos de un albañil, la voz baja y las venas del cuello que se hinchan rápidamente por la rabia. Se le ve, incluso ahora, sentado delante de mí en el sofá de su casa Dhekelia.En cuanto supo de la detención, su padre pagó 4.000 dólares a un oficial para que él, a su vez pagara a los policías para que no le infligieran las torturas más violentas.
Pasados los tres días recuperó su libertad. Antes de volver a poder andar, pasaron dos meses. Tenía los pies destrozados. Le habían dado tantos golpes con la porra en la planta, que por la hinchazón no podía ponerse zapatos. “Pasé del 43 al 57!” dice bromeando Mustafà. Luego sin embargo se le oscurece la cara. Acordarse de aquello le duele aún mucho. Un amigo kurdo aqui en la SBA ya no sabe hacer pis – confiesa en voz baja – y tiene problemas de erección, a causa de las torturas con descargas electricas al pene y a los testiculos sufridas en las carceles sirias.
Mustafà quiería dejar de tocar. Dijo a los amigos que iba a dejar el grupo. Pero ellos insistieron y le convencieron a volver al escenario. Y así lo hizo. Era el primer día de mayo de 1998, la fiesta de los trabajadores. El partido comunista había organizado una gran manifestación a Al Hasakah.
Mustafà no se ahorró las críticas a Siria y conmemoró los 5.000 martires de Halabja, en Iraq, asesinados con los gases por la aviación de Saddam Hussein en 1988. En cuanto terminó de tocar, se fue andando a su casa. Al llegar Mustafà vio tres coches de la policía debajo de su casa. Se fue corriendo a casa de un amigo y envió un chiquillo a ver que pasaba. El mensaje de su madre era claro: huir. Mustafà se refugió en un pueblo cercano, en casa de la hermana del padre. Su tía le ayudó a huir. Antes Damasco, luego Beirut, en Libano. Y desde allí a Tarabulus desde cuyo puerto se embarcó en un barco para Italia, yendo a parar a Chipre.
Todavia hoy Mustafà no puede volver a Siria. Además ahora se ha casado y tiene hijos: su niño, Ibrahim, ha nacido en la SBA y la niña, Fatma, en Chipre. Tampoco ellos tienen nacionalidad. Y los carnets de identidad de los padres llevan escrito “nacionalidad incierta”. La mujer, Pawkee, nacida en el 1972, viene de Birmania. Estaba en Chipre como trabajadora domestica, luego perdió el trabajo y los documentos y pidió asilo. Hasta el 2004, antes de la entrada de Chipre en la Ue, Mustafà no podía salir de la base, ni podía trabajar. Finalmente, en enero de 2007, tras esperar más de ocho años, ha sido reconocido como refugiado por el estado de Chipre. En 2004, de hecho, Chipre ha firmado un acuerdo las SBA para hacerse cargo de los 60 solicitantes asilo en las bases inglesas y de los 16 niños nacidos después de su llegada. Ahora Mustafà trabaja como albañil. Se había comprado un bouzouki, pero los niños lo rompieron. Y además sus manos ya no tiene el toque de entonces y sus dedos se han cubierto de callos.
En febrero de 2007, las autoridades inglesas quisieron expulsar a los sesenta mil solicitantes de asilo de las SBA y derrumbar las viejas viviendas donde se habían alojado durante años. Pero los prófugos organizaron una protesta. Durante ocho meses, desde el amanecer hasta la noche presidieron la glorieta en frente a la Base e la Dhekelia road. Y finalmente han tenido éxito. Entre ellos estaba también Said. Él también era kurdo, pero de Iraq. Habia zarpado de Tarabulus el ocho de octubre de 1998 en el mismo viejo pesquero de rumbo a Italia en que viajaba Mustafà. Partió con su mujer embarazada y un niño de seis meses. Habia dejado Mosul durante la primera guerra del golfo, en 1990, para refugiarse en un pequeño pueblo del Kurdistan iraquí. Hasta que no tuvo problemas con los hombres del partido democrático kurdo (PDK) de Massoud Barzani, en 1998. Querían matarle a él y a su primo. Entonces huyó al Libano con su familia. Despues de 5 meses pagó 11.000 dolares en efectivo a la “mafia” – así la llama él- , para llegar a Alemania.
Diez años más tarde, está todavía bloqueado en Chipre. Mientras tanto han nacido otros cuatro niños, su solicitud de asilo ha sido denegada dos veces y hoy no tiene autorización para trabajar. Le comunicaron que podía efectuar una nueva solicitud de asilo a las autoridades de Chipre, pero él ya no quiere atender a razones. ¿Pero qué es esto? – Dice él – después de diez años de este limbo, dos años de detención con su mujer y dos recién a Episkopi, ¿ahora debería volver a empezar desde el principio? ¿cuantos años más pretenden que espere? Probablemente lo que Said no consigue aceptar es la idea de haber vivido diez años bajo secuestro. Diez años que nadie le devolverà nunca. Así como nadie restituye la vida a quien la perdió para entrar en Europa. No tendrán justicia. Y, de hecho, tampoco memoria.
El 23 de septiembre las autoridades egipcias han declarado desaparecido un barco con 83 migrantes egipcios que se dirigía hacia Grecia. Había salido tres días antes de la ciudad de Dumyat, cerca del Puerto Said. Dos semanas antes, el 10 de septiembre, había sido interceptado otro barco de 12 metros de longitud transportado por la corriente, a 7 siete millas de Falmouth Harbor, en la Isla de Antigua en el Caribe, del otro lado del Océano atlántico. A bordo quedaban solo los esqueletos de ocho personas. Y un pasaporte de Mali. Así es: se trataba de un cayuco que se dirigía hacia Canarias, que perdió el rumbo y acabó transportado a la deriva hasta el Caribe. El año pasado se tuvo constancia de un caso similar en la zona de Barbados. Noticias como esta nos hacen vislumbrar la cantidad de naufragios fantasmas que deben perecer sin que nada se sepa de ello. ¿Cuántos desaparecidos faltan en la cuenta? Desafortunadamente no llegaremos a seberlo nunca...
Las matanzas de migrantes y refugiados a lo largo de toda la línea fronteriza europea continúan sin cesar, acompañadas del cinismo y de la indiferencia de Europa y de los países del Mediterraneo. El boletín de septiembre habla de 191 muertos documentados. Además del naufragio de los egipcios y el avistamiento en Antigua, la crónica registra 54 víctimas mortales en el Canal de Sicilia, de los cuales 35 fallecieron en un único nufragio frente a las costas de Malta. Mientras un hombre murió en la ruta Argelia – Cerdeña. En las agus de las Islas Canarias, el 4 de septiembre, fue interceptada un cayuco con 13 muertos a bordo y los demás pasajeros gravemente deshidratados. Habían salido 12 días antes de Mauritania. Otro cadáver fue encontradoen el mar y una quincuagésima persona murió pocos días después en el hospital. Y en Mauritania murieron dos hombres, tras haber sido expulsados de Marruecos y abandonados en el desierto.
Al final 21 refugiados, eritreos y etíopes se ahogaron en un río, en Sudán, rientra trataban de llegar clandestinamente a Khartoun para después proseguir el viaje hacia Libia. Dos hombres fueron muertos por disparos de la policía egipcia en la frontera con Israel. Un joven afgano de 16 años fue encontrado muerto en el puerto de Brindisi, escondido en un camión que había salido de Grecia. Y en Grecia cuatro hombres murieron en los campos minados de Evros, en la frontera con Turquía.
Para profundizar sobre la situación de los kurdos:
traducido por Annalisa Maitilasso