02 May 2011

¡Déjennos entrar!

En Italia no es que haya una emergencia por los desembarcos: ahora lo que ocurre es una situación de emergencia informativa. Además de expulsar a los tunecinos detenidos en los centros de identificación y expulsión de media Italia, el ministro de Interior, Roberto Maroni, ha decidido expulsar también a los periodistas mediante una circular ministerial emitida el 1 de abril, que pasó con sordina, pero que de hecho prohíbe la entrada a los centros de identificación y expulsión a cualquier medio de comunicación. Un salto atrás de diez años. Cuando en los centros de expulsión, que entonces se llamaban CPT [Centros de Permanencia Temporal, N.d.T.], ningún periodista podía entrar, si no en el séquito de alguna delegación parlamentaria.

Eran los años en los que Fabrizio Gatti, para el Corriere della Sera, se pasó por un mendigo rumano, en 2000, para ver el centro de expulsión de Milán. Un truco que le costó en 2004, una condena en primera instancia a 20 días con libertad condicional, por falsificación de identidad y una absolución en apelación. No es que le fuera mejor cinco años después, cuando repitió el mismo truco para acceder al centro de acogida en Lampedusa, fingiéndose un náufrago kurdo, en julio de 2005. El tribunal de Agrigento lo absolvió de forma definitiva en diciembre de 2010 en nombre de la libertad de prensa.

Sin embargo, los tiempos de la censura parecían ya agua pasada. En nombre de la transparencia, el gobierno de Prodi en 2006 había creado en el Ministerio del Interior una comisión de investigación sobre las condiciones de los centros de deportación, encabezada por Staffan de Mistura, cuyos informes finales en 2007 condujeron al cierre de los centros de Ragusa, Brindisi y Crotone. Paralelamente, el Ministerio del Interior abrió las puertas de la entrada de periodistas a los CIE, a través de una circular ministerial.

Gracias a dicha circular tuve la oportunidad de visitar entre 2008 y 2011 los centros de expulsión de Trápani, Caltanissetta, Turín, Módena, Gradisca, Roma y Crotone. De esas visitas nacieron artículos que acabaron en las primeras planas de los periódicos así como preguntas parlamentarias. Recuerdo sobre todo la investigación sobre las palizas en los CIE de Gradisca y Turín, que derivaron en una visita de cortesía de dos funcionarios de la DIGOS [división operativa de la Policía italiana, N.d.T.], como cuento en el libro Il mare di mezzo.

Este año tenía previsto volver a recorrer el mismo periplo. Ya había visitado el CIE de Módena, donde había ido por la historia de Kabbour, y el de Turín, donde conocí a los chicos de Djerba en Túnez e Italia, y del grupo de Guantánamo en Facebook. Pero esta mañana me han repetido por segunda vez por teléfono que va a ser imposible. El jefe de personal del Gobierno Civil [Prefettura] de Trapani ha sido categórico: órdenes ministeriales. Las mismas palabras que había usado el Gobernador Civil [Prefetto] de Brindisi. La circular ministerial de 1 de abril. Queda prohibida la entrada a periodistas y a todas las organizaciones humanitarias, salvo las que ya han firmado protocolos con los Gobiernos Civiles [Prefetture] además de a las organizaciones gubernamentales como las Naciones Unidas y la OIM.

De momento quedan los teléfonos móviles. Soy el único hilo de conexión entre el interior y el exterior. Pero cada vez es más difícil ya que en Milán, Módena y Gradisca los detenidos ya no pueden quedarse con su teléfono celular. La lista de centros que prohíben el uso de teléfonos móviles podría extenderse. Total, la situación de emergencia parece justificar cualquier cosa. Pero siempre se encontrará una forma de romper el muro de silencio. Desde aquí renuevo mi invitación a los familiares y amigos de los detenidos en los CIE. También a los agentes de policía y trabajadores sociales que trabajan dentro de los CIE. Quienes tengan algo que contar, aquí nos encuentran: gabriele_delgrande@yahoo.it

Traducido para Rebelión por Gorka Larrabeiti