02 July 2007

Informe junio 2007

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Las cifras son de boletín de guerra, pero las víctimas siempre se producen en el mismo lado del frente. Son 154 los muertos en las rutas de la inmigración clandestina en el mes de junio, entre los cuales se cuentan al menos 7 mujeres y 3 niños. Los cuerpos recogidos del mar son sólo 41, los otros 113 se encuentran en el fondo del Mediterráneo. Las víctimas en el Canal de Sicilia son 118; 28 en Argelia, con rumbo a Cerdeña; 4 camino de las Canarias; y 2 en el mar Egeo, en aguas de Samos, Grecia. En Francia un joven murió ahogado en el camión en que viajaba escondido hacia Inglaterra, mientras que en España un joven nigeriano perdió la vida a bordo del avión que lo deportaba a su país natal. Entre tanto, los desembarcos siguen disminuyendo, y de Libia llega noticia de 2.137 detenciones sólo en el mes de mayo.

Una fosa común. La masacre del Canal de Sicilia no tiene visos de cesar. Los desembarcos en Lampedusa se han reducido a la mitad; aumentan levemente las llegadas a Malta, unos 900 emigrantes entre mayo y junio respecto a los 1.780 de todo el 2006. Pero la lista de los muertos continúa alargándose. Los jóvenes que han perdido la vida en las rutas libias desde principios de 2007 son ya 249 frente a los 302 de todo 2006.

El trecho de mar entre Libia, Malta y Sicilia se ha convertido en una fosa común. Yacen en ella los cuerpos de 1.316 de las 2.178 víctimas documentadas por Fortress Europe entre 1994 y hoy. Un dato aproximado por defecto, pues nadie sabe qué sucede en alta mar. Las olas siguen devolviendo cuerpos de naufragios fantasmas. Después de los 21 cadáveres que recogió el 31 de mayo la fragata francesa La Motte Piquet, el 17 de junio se avistaron otros 14 cadáveres 60 millas al sur de Lampedusa. El 21 de junio otros cuatro cuerpos flotaban 55 millas al sur de la isla. Y el 26 pescaron otros dos en Dingli y en Mgarr. Mientras tanto, en Zarzis, Túnez, fueron pescadores quienes avistaron los restos de las últimas dos víctimas de la travesía. Por no hablar de los desaparecidos: al menos 92 en el último mes, que se han de sumar a los 20 desaparecidos frente a las costas argelinas, en la frontera con Túnez, donde una patera con rumbo a Cerdeña naufragó el 5 de junio. Cifras que motivaron acusaciones graves contra Malta por parte de la Unión Europea y de la prensa.


Capitán intrépido. Salvados tres veces: de la muerte segura en la mar gruesa, de las cárceles libias y de la deportación. Los protagonistas de la historia, los 20 supervivientes de un naufragio en aguas libias y el coraje de un pescador, Raymond Bugeja, el cual el 29 de junio hizo que subieran a bordo de su remolcador, el Eyborg, los náufragos y al único cadáver recuperado de otros 7 desaparecidos. Puso rumbo a Malta, pese a haber recibido órdenes de reconducirlos a Misratah (Libia) y pese a haber sufrido amenazas de detención por favorecimiento de la inmigración clandestina. Al final, La Valletta decidió enviar una nave para transbordar a los 20 jóvenes eritreos, etiopes, nigerianos y somalíes. Y Bugeja no fue arrestado. “Libia no es el lugar idóneo para asistir a estas personas –dijo a la prensa el capitán del Eyborg- y nuestro deber es darles protección”.


Vergüenza de capitán. Dos semanas antes, el 11 de junio, el capitán de un carguero iraní había negado el socorro a 25 emigrantes que se hallaban a 47 millas de la costa libia con mar picada. Una llamada satelitar de uno de los pasajeros había alertado a las fuerzas armadas maltesas, que alertaron a su vez a Trípoli, que a su vez rehusó intervenir a causa de las pésimas condiciones meteorológicas. El carguero era la única nave en la zona que podía intervenir, pero a la petición maltesa el capitán replicó que temía que los náufragos estuvieran armados, de modo que siguió su rumbo sin desviarse. Y cuando, dos días después, Libia envió un avión de reconocimiento, de los náufragos ya no quedaba ni traza.


Bugeja tiene razón. Libia no es un lugar seguro donde dejar a los emigrantes interceptados en el mar. Los 20 náufragos que salvó el Eyborg en Libia habrían terminado como los 25 socorridos el 15 de junio por el pesquero español “Nuestra Madre”: los habrían desembarcado en Trípoli. Sus nombres se añaden a la lista de los 2.137 emigrantes detenidos por la policía libia sólo en el mes de mayo. Desde setiembre de 2006 las detenciones son al menos 12.000 según datos oficiales. Detenidos durante meses, mujeres, hombres y hasta niños, sin distinción alguna para los refugiados reconocidos por la ACNUR de Trípoli. El mes pasado Fortress Europe documentó la detención, desde hace seis meses, de 400 jóvenes eritreos, etíopes y somalíes en la cárcel de Misratah, entre los cuales había 50 mujeres, 7 niños y 3 refugiados. Un mes después se ignora qué se ha hecho de ellos. Pero, como documenta el libro-reportaje Mamadou va a morir –Gabriele del Grande, Infinito Edizioni- se les suele deportar a Kufrah, un centro de detención financiado por Italia. En Kufrah se han denunciado torturas y abusos documentados por Human Rights Watch, Afvic y por el libro Mamadou va a morir. De Kufrah parten camiones repletos de deportados a los que después abandonan en pleno desierto en la frontera con Sudán.


Derecho a medida. Las autoridades maltesas querían que Bugeja abandonara sus náufragos a este preciso destino, al cual se corre el riesgo de que se acabe entregando también a los emigrantes interceptados por la nueva misión de Frontex, Nautilus II, activa desde el 25 de junio en aguas de Malta. Participan Malta, Italia, Grecia, España, Francia y Alemania y durará al menos 5 semanas. “Libia no rechazará a nadie”, asegura Frontex desde Varsovia. Técnicamente no se puede hacer porque Libia no ha participado en las operaciones y, por tanto, las patrullas no operan en aguas libias. El derecho marítimo internacional no prohíbe a nadie la navegación en aguas internacionales, pero sí que impone que se acoja a los barcos en apuros en el puerto más cercano; o sea: los barcos interceptados en aguas “search and rescue” de competencia libia podrán de todos modos ser acompañados hacia los puertos africanos. Según esa misma lógica que imponía a Bugeja cambiar de rumbo y dirigirse a Misratah. Que a bordo de las zodiac o las pateras haya gente que haya solicitado asilo político o refugiados a nadie le importa. Al fin y al cabo, en la frontera la única solidaridad europea es ésa que invoca el Vicepresidente Franco Frattini, cuando solicita más naves y helicópteros para Frontex, confiando en que las patrullas tengan carácter permanente, como preanuncia la renovación por un año de la misión Hera entre Senegal y las Canarias, a pesar de que se haya producido una bajada del 62% de los desembarcos en el archipiélago. Y es que se ha alcanzado un clima dialéctico de guerra contra la inmigración clandestina. Lo confirma, frontera tras frontera, la crónica de sucesos.


Parte de guerra. En España un joven murió en el vuelo que lo repatriaba. Osamuyia Aikpitanhi, nigeriano, nacido en 1984, murió por asfixia en el vuelo Madrid-Lagos del 9 de junio. Era el tercer intento de embarcarlo. Los otros dos habían fracasado por la resistencia que opuso el joven. Los agentes de policía no se andaron con finezas. Le metieron una venda en la boca y lo amordazaron con varias vueltas de esparadrapo. Pocos minutos después la venda lo acabó asfixiando.


En Mauritania siguen detenidos, tras cuatro meses, 23 pasajeros del Marine I, la nave interceptada el 12 de febrero de 2007 en aguas de Mauritania, a bordo de la cual viajaban 370 asiáticos que se dirigían a las Canarias. Los detenidos se niegan a dar sus datos personales. Un informe del CEAR denuncia el “estado de depresión preocupante” en el que se hallan.


En Marruecos continúan las detenciones y las deportaciones. Los últimos testimonios de un grupo de 28 argelinos detenidos recientemente en la frontera con pasaportes falsos hablan de mujeres y niños detenidos en Tetuán. Y en el Sahara occidental detuvieron al menos a 62 jóvenes subsaharianos cuando estaban a punto de partir para las Canarias, luego los deportaron a la frontera argelina en Oujda.

En Turquía, desde principios de año 1800 personas que estaban a punto de partir para las islas griegas han sido detenidas a lo largo de las costas occidentales del Egeo. En esa ruta, en 2007, se han producido ya 67 muertos, los dos últimos en Samos el 11 de junio. Otros 910 emigrantes han sido arrestados entre mediados de mayo y principios de junio en el marco de la operación Frontex Poseidon, en la frontera entre Grecia, Bulgaria y Turquía, así como entre Grecia y Albania. La mayor parte procedentes de Afganistán, Somalia e Iraq, o sea de países en guerra. El año pasado Grecia expulsó a 80.000 personas. Preocupan las condiciones de los centros de detención de los emigrantes. Suelen ser viejos almacenes, abarrotados e insalubres. Los hay en las islas de Mitilini, Hios, Samos, Los, Rhodos, Evia y en la ciudad de Volos. En otros casos se trata de estaciones de policía en las zonas fronterizas, pero también hay varios en el centro de Atenas como Alexandras Avenue, Exarchia, Omonia, Piraeus, centros desenmascarados gracias a un vídeo reciente colgado en YouTube, en el que se ve a dos policías que dan una paliza a dos chicos albaneses. Otros diez centros se encuentran en la provincia de Evros, en la frontera con Turquía (mapa), donde está en construcción otra nueva estructura con 1.000 puestos.

Tal vez también pasaron por estos centros los cuatro curdos iraquíes hallados el 13 de junio en Francia ocultos en el casco de un fueraborda que transportaba un camión que se dirigía a Inglaterra. El chófer se dio cuenta de la presencia de los cuatro sólo en Saint Michel de Maurienne, en Savoya, al otro lado de la frontera italiana. Demasiado tarde: uno de ellos había muerto ahogado